En
la hipótesis de un gran fraude electoral
Octavio
Rodríguez Araujo
La
decisión de quienes forman mayoría en el Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (TEPJF), relacionada con la
candidatura de Jaime Heliodoro alías El
Bronco, es
una clara señal del fraude electoral que se está cocinando en las
oficinas de lujo (públicas y privadas) de los que quieren seguir
decidiendo el futuro del país. Si ya de por sí es una aberración
haberle dado registro como candidata a Margarita Zavala, por el
simple hecho de haber presentado como buenas un montón de firmas
falsas y simuladas (45 por ciento de sus apoyos fueron irregulares),
el registro de El
Broncorebasa
hasta el sentido común. Tanto el INE como el TEPJF han sido omisos
ante el intento de fraude cometido por ambos aspirantes
presidenciales (imaginariamente independientes) al no tomar en
cuenta que no eran personas honestas o, por lo menos,
suficientemente responsables como para depurar, antes de
entregarlas, las firmas que sus auxiliares recolectaron.
Lo
de El
Bronco es
peor que lo de Zavala, pues en este caso el tribunal electoral dio
por buena una suposición y no la información real, completa y
cruzada con las firmas de otros precandidatos para corroborar que no
había duplicaciones. Peor todavía, porque su sentencia es
inapelable y definitiva. Y estos mal llamados magistrados son
precisamente los que nos dirán si las elecciones próximas fueron
limpias o no y quién resultó ganador. Si en 2006 provocaron, tanto
el órgano administrativo como el judicial en materia electoral,
sobradas sospechas de parcialidad, en estos comicios, incluso antes
de darse, ya están desacreditados, sobre todo el tribunal. ¿Fue
una casualidad o fue deliberado?
En
mi opinión fue deliberado. En primer lugar, porque saben que por
ley sus decisiones son inatacables y definitivas y, además, porque
no hay castigo si le tuercen la mano a la ley; en segundo lugar,
porque no les importa su imagen sino el cargo que ocupan y el sueldo
que obtienen; en tercer lugar, porque con su dictamen ya sembraron
la duda sobre la limpieza de los comicios por venir y sus
resultados, y porque también saben que, en un ambiente de sombras,
cualquier cosa puede ocurrir si no se da una verdadera y masiva
vigilancia del proceso.
En
otras palabras, el TEPJF acaba de medirle el agua a los camotes y si
nadie protesta lo suficiente como para que se vean obligados a
renunciar por parcialidad manifiesta, pues adelante: sabrán que
podrán hacer lo que quieran y declarar como ganador a quien quieran
y nada grave pasará en el México de hoy y del futuro próximo.
Ellos
saben, como todos nosotros, que en el país pueden ocurrir incluso
aberraciones jurídicas y procesales y que sólo caen en la cárcel
quienes no son protegidos por el poder institucional y sus
representados más influyentes. Ahí están, por ejemplo,
Atenco/aeropuerto, Ayotzinapa, Odebrecht, OHL, minas a cielo abierto
y muchos más ilícitos sin que pase nada serio con los
responsables. La impunidad se garantiza para muchos, ¿por qué no
también para supuestos magistrados sin vergüenza ni dignidad? El
poder se ejerce a como dé lugar y la mayoría de la gente lo tolera
así como es, como si se tratara de las inevitables moscas molestas
en un día de campo.
Ante
esta situación y su perspectiva más probable, sólo queda un
camino: juntar fuerzas para que una verdadera mayoría se organice
para cuidar el voto ciudadano y orientar éste a quien tenga mayores
probabilidades de triunfo siempre y cuando éste no sea un súbdito
de los grandes poderes políticos y económicos que están en el
centro de la disputa electoral.
Como
les consta a mis lectores, he sido crítico de López Obrador por
varios conceptos, pero así las cosas y tomando muy en cuenta la
calidad moral (¿?) de los jueces electorales que tendrán la última
y la única palabra, es mi opinión que el único candidato que
tiene un buen margen de independencia de los poderes fácticos es
él, Andrés Manuel.
Si
la hipótesis que he planteado en este artículo es correcta y el
fraude electoral será una vez más el común denominador de los
comicios, sólo queda el voto mayoritario, realmente mayoritario
aunque sea útil, por AMLO. Sólo con una ventaja indiscutible sobre
sus contrincantes podrá ganar en medio de la porquería por venir y
que ya empezó, a manera de tanteo, con el registro de El
Bronco, un
candidato que no debió serlo. Los mexicanos más conscientes
tenemos que demostrar que, a pesar de todos los fraudes y
trapacerías imaginables y que obviamente ya se están cocinando, el
candidato menos comprometido con el establishment deberá
ganar aunque sólo sea para obligar a los cuestionados magistrados a
tragarse sus dictámenes y sus triquiñuelas legaloides.
http://www.jornada.unam.mx/2018/04/19/opinion/022a2pol