Brasil
2018, el PT y Lula
Valter
Pomar *
El
resultado de la campaña por la libertad de Luiz Inacio Lula da
Silva, la movilización social contra las medidas del gobierno
golpista, las definiciones estratégicas que el Partido de los
Trabajadores (PT) vaya a adoptar y el desenlace de la próxima
elección presidencial van a decidir no sólo el futuro de Brasil,
sino también del PT.
En
1960, el pueblo brasileño asistió a las urnas y eligió
presidente. En 1964 se produjo un golpe militar. Uno de los motivos
del golpe era impedir la posible victoria, en las elecciones
presidenciales de 1965, de Leonel Brizola, líder del Partido
Laborista Brasileño. Después del golpe de 1964 tuvimos 21 años de
dictadura militar, durante la cual la presidencia de la república
estuvo ocupada por generales. Fue en 1985 cuando un colegio
electoral,
compuesto por parlamentarios, eligió un mandatario civil, ex líder
del partido que apoyó la dictadura.
Sólo
en 1989 el pueblo brasileño reconquistó el derecho de elegir,
mediante el voto directo, presidente de la república. En esos
comicios de 1989, Luiz Inacio Lula da Silva, principal dirigente del
PT, concurrió a la presidencia de la república por primera vez.
Casi venció. Después perdió otros dos comicios, en 1994 y 1998.
Sin embargo, Lula continuó participando y venció en las
presidenciales de 2002 y 2006. Después, con el apoyo de Lula, Dilma
Rousseff, también del PT, ganó los de 2010 y 2014.
Los
sectores derrotados en las jornadas electorales de 2014, 2010, 2006
y 2002 no se conformaron con la situación y pasaron a articular un
golpe de Estado. En 2016, sin que hubiera ningún crimen, una
mayoría parlamentaria de centroderecha, apoyada por la cúpula de
la justicia y las fuerzas armadas, el oligopolio mediático y el
gran capital, aprobó un impeachment totalmente
ilegal.
Desde
agosto de 2016 la presidencia de Brasil es ejercida por el hasta
entonces vicepresidente de Rousseff, un señor llamado Michel Temer,
afiliado al partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB). El
gobierno golpista de Temer aplica un programa que destruye la
soberanía y entrega las riquezas nacionales, desmonta los programas
sociales, genera desempleo, acaba con los derechos laborales y
reduce las libertades democráticas. Las encuestas revelan que el
gobierno golpista de Temer es rechazado por más de 90 por ciento de
la población del país. Y los sondeos de intención de voto apuntan
que Lula es el preferido para ganar en las presidenciales de octubre
de 2018.
Para
impedir que esto ocurra desencadenaron una campaña de medios contra
Lula y el PT, amenazan con cesar la leyenda del partido y procesaron
y condenaron a Lula sin que hubiera pruebas. Ahora lo arrestaron.
La
Constitución brasileña es clara: nadie puede ser detenido antes de
ser considerado culpable por todas las instancias de la justicia.
Hasta el momento, quienes condenaron a Lula, en un juicio lleno de
irregularidades y sin pruebas, fueron jueces de primera y segunda
instancias. En la justicia de Brasil existen tres instancias. Por
tanto, según la Constitución brasileña, Lula no podría ser
arrestado y ni siquiera podría ser considerado culpable. Pero la
más alta Corte judicial del país ha dado su respaldo para recluir
a Lula.
No
es sólo Lula quien está bajo ataque. El PT, así como los
movimientos sociales y demás partidos de la izquierda brasileña,
también están siendo agredidos. Pero, aun si las encuestas siguen
confirmando que Lula es el preferido para vencer en las
presidenciales, los mismos sondeos confirman que el PT continúa
siendo el partido que cuenta con la mayor simpatía del pueblo
brasileño.
Por
esto, si dependiera del sector que comanda el golpismo, Lula
quedaría preso muchos años, siendo impedido de concurrir a los
comicios y hacer campaña. Si ello ocurriera, las presidenciales
tenderían a convertirse en fraude.
Hoy
hay 21 precandidatos a la presidencia. De éstos, 16 apoyaron
directa o indirectamente el golpe de 2016. Si Lula es candidato, la
izquierda seguramente estará en la segunda vuelta. Pero si no es
postulado, las encuestas indican que una candidatura de extrema
derecha es la que tiene mayor posibilidad de estar en la segunda
vuelta.
Frente
a este escenario hay diferentes posiciones en la izquierda
brasileña.
Un
sector de ésta defiende participar en las presidenciales, sea por
creer que la izquierda puede vencer y/o creer que las elecciones
serían una oportunidad para dialogar con la población y acumular
fuerzas.
Otro
sector de la izquierda defiende que si Lula es impedido de concurrir
como candidato e incluso hacer campaña, el resultado ya estará
predeterminado y lo mejor será llamar al voto nulo.
Ningún
sector de la izquierda defiende boicotear las demás elecciones
–para diputados estatales y federales, para senadores y
gobernadores–, que van a celebrarse simultáneamente a la
presidencial.
La
posición del PT, aprobada por su dirección nacional en diciembre
de 2017 y reafirmada tras la detención de Lula, es la siguiente: él
es nuestro candidato a la presidencia y será inscrito ante el
Tribunal Superior Electoral en el plazo previsto por la ley, es
decir, hasta el 15 de agosto.
A
pesar de ser la posición del PT, hay importantes líderes petistas
que defienden lo siguiente: si la candidatura de Lula es impugnada
por la justicia electoral, el PT debería lanzar otra postulación e
incluso apoyar una candidatura de otro partido.
El
debate sobre la táctica electoral está vinculado, directa e
indirectamente, con una discusión sobre la estrategia del partido.
Desde 1995 el PT ha adoptado una estrategia que podemos
denominar cambio
sin ruptura.
El supuesto fundamental de ésta es que la clase dominante brasileña
respetaría las reglas
del juego.
Así, sería posible vencer en elecciones presidenciales y
legislativas seguidas y utilizar los espacios institucionales para,
de forma paulatina y progresiva, aumentar el bienestar social,
ampliar las libertades democráticas y afirmar la soberanía
nacional de Brasil.
El
golpe de 2016 confirmó algo que sectores minoritarios del PT
siempre dijeron: la clase dominante brasileña no aceptaría perder
sus privilegios y, si fuera necesario, rompería con la legalidad.
Es
lo que ha ocurrido en 2016 y la nueva situación exige al PT una
rediscusión de su estrategia a medio plazo. Ésta puede llevar al
PT a aceptar el nuevo statu
quo.
O puede llevar a ese partido a adoptar nuevamente la estrategia que
defendía en los años 80: hacer cambios
también mediante rupturas.
El
desenlace de la campaña por la liberación de Lula, la movilización
social contra las medidas del gobierno golpista, las definiciones
estratégicas que el PT vaya a adoptar y el desenlace de la próxima
elección presidencial van a decidir no sólo el futuro de Brasil,
sino también el futuro del PT. Éste puede convertirse en un
partido con
un gran pasado por delante o
puede continuar siendo la principal expresión política de la clase
trabajadora brasileña.
*
Ex secretario ejecutivo del Foro de Sao Paulo
http://www.jornada.unam.mx/2018/04/22/opinion/022a1mun